Lo actual y el acto
“Lo
actual” y “el acto”.
El
fenómeno psicosomático
*
Carlos E. Rusconi
Silvia Eydelsteyn
Silvia
Salem de Levy
Margarita Rosa Pelle
Introducción.
En Noviembre de 1999, los autores de este trabajo,
presentamos un Workshop en las 3ras Jornadas Anuales: “El Malestar en
la Cultura en el Fin del Milenio. Modalidades del Enfermar” organizada por el
Instituto Psicosomático de Bs. As.1
En él intentamos articular la relación entre los
paradigmas de nuestra época, la postmodernidad, y los fenómenos psicosomáticos.
Hoy deseamos plantear aquí el impacto que nos produjo
la confrontación de la realidad actual con aquellas reflexiones que resultaron,
en cierto modo, de carácter anticipatorio.
En ese momento tomamos en cuenta con respecto a los
paradigmas de nuestra época, reflexiones de algunos autores dedicados al tema,
quienes conceptualizaron lo siguiente:
“La adicción al vértigo, la sacralización del instante
y el caos informativo
son algunos de los fantasmas de la postmodernidad”.
Otros, interpretan el biorritmo del hombre
contemporáneo como el ritmo del exceso de la información. Su efecto sería el
agobio.
“Esta es la época del yo saturado” señala el
antropólogo urbano Kenneth Gergen. Mientras que Gilles Lipovetsky caracteriza
la nueva situación como “el imperio de lo efímero”, la ausencia de
trascendencia y el aislamiento.
“Ser alguien es estar al tanto de todo, es
despertarse con el vendaval de información taladrando las almas”.
“El yo padece un proceso de erosión, ese proceso es la
réplica exacta de la disolución que hoy padecen las identidades y papeles
sociales, antaño estrictamente definidos”.
“Así el rol de la mujer, del niño, del loco, del
civilizado han entrado en un período de incertidumbre”. “Todo pasa y nada
queda”.
“En el reino de lo efímero todo lo que es ya “fue” al
instante siguiente”.
“La vida transcurre a la velocidad inconexa del zapping
y el yo, la subjetividad de cada uno, se satura de NADA”. “Porque todo lo que
fue ya no es”.
“En el reino de lo efímero todo transcurre en el no
lugar”.
Marc Auge, antropólogo francés, habla de la
vida contemporánea y dice: “se multiplican los supermercados, los cajeros
automáticos, las tarjetas de crédito, etc., emerge un mundo de individualidades
solitarias, en donde todo es provisional y efímero”.
“Todos esos lugares adquieren el valor del no lugar”.
“Un cajero automático es un ícono fundamental del reino
de lo efímero, uno ingresa a él para salir rápidamente”.
Continúa diciendo, “los no lugares son los lugares en
donde nadie se queda”.
“Un mundo donde los espacios más visitados son los no
lugares. Es el mundo de los desarraigados”.
“Hay una especie de bulimia de la velocidad. Una
voracidad por deglutir tiempo y espacio. Si esto no sucede, irrumpe el síndrome
de abstinencia, el vértigo y la furia”.
“Se desvaloriza la palabra escrita o hablada e inundan
las imágenes. Porque el vértigo es la adicción por excelencia”.
“Ninguna fiera es más peligrosa que un ser humano al
que se le impida correr”.
Marc Auge se pregunta: “¿vivimos en la era del vacío o
del mercado sin límites? ¿Podemos hablar de la postmodernidad como una nueva
era de la humanidad o será algo mucho más efímero?”
El interrogante que nos surgió en aquel entonces era,
¿qué sucede en este paradigma con la familia, con la educación y con la propia
operatoria de constitución subjetiva inmersa en esa cultura?
Nos proponemos ahora, desde la perspectiva
psicoanalítica, señalar algunas reflexiones acerca de la realidad presente y el
efecto psicosomático, para lo cual tomamos en cuenta conceptos del trabajo
anterior acerca de los fenómenos psicosomáticos y otros tales como realidad
material, realidad psíquica, lo traumático, etc.
I-
Los fenómenos psicosomáticos.
Deseamos ubicar el concepto de “lo psicosomático” en
términos de “fenómeno psicosomático”
porque entendemos que esencialmente no posee la estructura del síntoma.
Cuando nos referimos al síntoma nos remitimos a la idea de conflicto, de contenidos reprimidos que sufren el proceso de
elaboración secundaria a través de los mecanismos de desplazamiento,
condensación y sustitución.
El síntoma remite a las operaciones del
lenguaje y puede revertirse a través del lenguaje.
O sea, que hablamos de un aparato psíquico con una
estructuración neurótica que se expresaría a nivel del cuerpo, como en el caso
de la conversión.
Así el cuerpo se constituye como cuerpo erógeno.
El fenómeno psicosomático, también remite al cuerpo,
pero al cuerpo en términos de organismo en
el sentido de no hallarse inscripto en un sistema de representaciones psíquicas
en términos de lo simbólico. Se trataría más de un estado de tensión, de
cantidad no ligada que no ha sido procesada adecuadamente por el aparato
psíquico.
Estaríamos en un
nivel de lo pre-representacional, donde se hallaría alterada la función de trabajo psíquico y elaboración.
Consideramos, así mismo que el fenómeno psicosomático
podría manifestarse en las distintas estructuras psíquicas, en el orden de la
neurosis, de la psicosis, de la perversión.
Es decir no habría una estructura particularmente
psicosomática.
II-
Anteriormente,
hicimos referencia a la cualidad del vínculo madre-hijo recreando el concepto
de André Green acerca de “la madre muerta” a través del cual describe los
efectos en el psiquismo del bebé sometido a la depresión y retracción narcisista
materna como marcas indelebles, como “núcleo frío” que alteran la capacidad de
representar, de elaborar y duelar, creando un campo psíquico en el que impactan
los estímulos que resultan así traumáticos y derivados a lo orgánico.
Otro de los conceptos que rescatamos es el de trauma, entendiendo que Freud lo
teoriza en términos de una ecuación entre la intensidad del estímulo y la
capacidad de procesamiento por parte del
aparato psíquico en cuestión.
En base a lo expresado acerca de
nuestra época, nos interrogamos hoy, ¿cómo los hechos de la realidad material
presente impactan en la posibilidad de representación y simbolización del
aparato psíquico y cómo en algunas configuraciones cristalizan en lo orgánico?.
Nos planteamos como hipótesis que ante el estímulo
intenso, persistente y potenciado colectivamente es posible responder de
distintos modos: una posibilidad sería la abreacción
como modo de descarga de tensión, otra, la elaboración,
de la cual dan cuenta los distintos modos de simbolización: sueños, angustia
señal, actos anticipatorios, producciones científicas, creativas, etc.
Una tercera opción podrían ser los trastornos
psicosomáticos, como efecto de lo no representado.
Sostenemos, que este orden de los
FPs, se articula al concepto de “lo actual”, enunciado por Norberto Ferreyra en
su libro “Trauma, duelo y tiempo”, en cuanto “lo actual” no tendría la
posibilidad de sustitución ni de
suplencia.
El trastorno psicosomático poseería esta misma
estructura en cuanto resultaría ser efecto de una experiencia con predominio de
lo actual, de lo presente, a diferencia del “acto” que supone un pasado y una
direccionalidad al futuro. O sea una inscripción en una cadena significante.
Así se oponen, desde esta perspectiva “lo actual” y
“acto”.
Recordemos, que el acto representa una puesta en juego
de la subjetividad, lo cual implica que se halla del lado del deseo.
Entendemos que, en Freud “lo actual” se vincula al
concepto de las neurosis actuales, en cuanto descarga directa en lo fisiológico
provocada por un estímulo actual. Así resultaría una cristalización en el
cuerpo sin tiempo psíquico, al modo del trauma, que siempre se impone, se
realiza sin concluir.
En lo transmitido por Freud y Lacan, el
trauma se halla referido a lo visto y oído.
Entonces, lo visto y oído actual, tiende a inscribirse
directamente en lo orgánico, sin tiempo, en un aparato psíquico aturdido,
incapacitado en su función primordial de ligar, de metaforizar.
Cuando predomina lo actual no hay lugar para la
operatoria de la verdad histórica que surge como sentido en el discurso de un
sujeto.
Tomando en cuenta estos conceptos, podemos pensar de la
crisis que hoy vivimos, que por su intensidad, persistencia y continuidad en el
tiempo, potenciada por lo colectivo, el caos y el vértigo informático, como
impacta en lo subjetivo de tal modo que se constituye como “hecho actual”
produciéndose, justamente, una suerte de sustracción subjetiva.
Ahora bien, lo sugestivo es que esta hipótesis que
enunciamos para tratar de comprender los efectos de la realidad exterior en el
psiquismo, corresponde a conceptos con los que habitualmente pensamos los
fenómenos psicosomáticos.
En este sentido, podemos decir que mientras las
neurosis remiten a un saber que hace síntoma, los fenómenos psicosomáticos implican
a un saber colapsado, que no se articula a la palabra en una cadena
significante.
Cuando se presenta un fenómeno
psicosomático aunque exista una percepción del hecho con el que está en
relación no implica una representación de él.
Así también, con los “hechos actuales” se sabe que el “corralito” existe pero no su verdad
histórica.
O sea, que al fenómeno que asistimos es que la crisis
que nos abarca, presiona de tal forma que genera a nivel de la subjetividad una
modalidad de respuesta semejante a la de los pacientes que presentan fenómenos
psicosomáticos, sin derivar necesariamente en FPs.
Se podría afirmar, si hacemos un corte sagital, que
todos colapsamos, en alguna medida, pero no todos sufrimos un trastorno
psicosomático.
Finalmente debemos incluir aquí, un dato observable en
la clínica de los últimos tiempos, que es el incremento de consultas en cuanto
a afecciones psicosomáticas y a otros fenómenos que poseen una estructura
semejante en cuanto al predominio de “lo actual”. Ante ello se nos impone un
interrogante que deseamos compartir y discutir con Uds. acerca del “qué hacer”
del psicoanalista, con respecto a estas situaciones.
Conclusión.
Retomando nuestra hipótesis inicial podemos
considerar que, si bien la realidad material presente puede ser, en algunos
casos, motor de elaboración psíquica, en otros individuos por su constitución
subjetiva, esa realidad conforma un estado del aparato psíquico disminuido en
su función de procesamiento en el que predomina el signo de lo constante, de lo
traumático, de “lo actual”. Esto colapsa la subjetividad, aún cuando no devenga
en fenómenos psicosomáticos.
Así, el aparato psíquico se pone a prueba.
Por último, nos interrogamos si podemos
considerar el impacto de la realidad actual sobre el psiquismo como una
sumatoria de traumas, al modo de lo que Freud describe en sus primeros casos
clínicos.
Bibliografía.
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Cap. 4, “Modernismo y
post-modernismo”, ps. 79/136.